Aquí teneis la segunda entrega de un relato que, durante las próximas semanas, va a amenizar los posts de La Cabeza de la Langosta y de La Cabeza de Chema. Una historia escrita a dos manos que promete emociones fuertes.
Así que para averiguar como comienza la historia, visitad
LA CABEZA DE CHEMA.
2.- Si, ya…- comentó divertido el tendero – mi tatarabuelo debió de olvidárselo ahí cuando abrió la tienda. Los iroqueses eran muy buenos clientes, pero el pan de molde no les iba demasiado.
Phil avanzó por el pasillo hacia el mostrador, con el paquete de pan en la mano. En sus ojos se podía adivinar una sutil llama de indignación. Estaba acostumbrado a que nadie le tomase en serio. De hecho, por lo general, se sentía orgulloso de ello. Sin embargo, por alguna razón, aquella noche no estaba de muy buen humor.
- Mira, aquí lo pone – respondió Phil, indicándole a Yom la fecha que había junto al código de barras – 6 de 1679. Junio de 1679.
Tom comprobó las cifras durante unos segundos y se tomo su tiempo, examinando el envoltorio de plástico, antes de dar su opinión.
- Tienes razón. Junio de 1679. Increíble.
Phil esbozó media sonrisa, satisfecho de tener razón. Sin embargo, a Tom aun le quedaba un comentario que hacer.
- …pero lo que me tiene verdaderamente impresionado son los conservantes que utilizaban en aquella época. Fíjate, el pan sigue tan fresco como entonces.
- Ese es el problema de la gente de vuestra generación. Sois incapaces de tomaros nada en serio – farfulló molesto Phil, quitándole a Tom el envase de las manos.
- Es un simple fallo de imprenta, Phil. Seguro que donde quiera que envasen ese maldito pan, a alguien acaba de caérsele el pelo.
Phil había vuelto al estante y examinaba uno a uno los demás paquetes. Todos parecían tener fechas de caducidad correctas. Volvió a acercarse al mostrador.
- Me lo llevo. Cóbramelo.
Tom no pudo evitar que, por un segundo, una ligera mueca de sorpresa atravesara su rostro.
- Pero Phil…lo has cogido del estante del medio. ¿No es eso precisamente lo que ELLOS quieren que hagas? – comentó Tom, en un tono fingidamente atemorizado.
Aquella terrible posibilidad cruzó la cabeza de Phil por un momento. Un elaborado complot. Un complejo engaño. Una sofisticada mentira diseñada para hacerle salir de su fortaleza mental, de una vez por todas. Para reirse de su inteligencia. Para convertirle en uno más. Sin embargo, llevarse aquel paquete, le parecía, en aquel momento y por alguna inexplicable razón, mucho más importante que todo eso.
- Cobramelo y cállate.
Al salir de la tienda, el viejo Phil aceleró el paso mientras enfilaba la calle principal. Tenía que llegar a casa. Averiguar que demonios estaba pasando. Aunque solo fuese en su cabeza.
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TOKIO 3:25 de la madrugada.
Garfinkel apuró lentamente lo que le quedaba de cigarrillo. Su humo aportó un poco de sordidez extra al local, tamizando la luz de los neones multicolores. Sobre el escenario, tres supuestas colegialas de vestido mínimo gritaban una canción infantil. El tipo de la barra, un antiguo luchador de sumo, actual activista homosexual, contemplaba aburrido un espectáculo que había visto una y mil veces. La pantalla retroiluminada del movil comenzó a brillar con un resplandor amarillo, mientras el aparato traqueteaba por la mesa de vidrio coloreado. Garfinkel lo atrapó al segundo y y contestó:
- ¿Sí?
- Ha comenzado - contestó la voz grave de Tom.
Continuará en La Cabeza de Chema...